viernes, 8 de octubre de 2010

"Luz de alma muerta"

La luz se viene dura. Me encandila e irrita mi visión. No puedo ver más nada que ese inmenso resplandor blanco azulino que inunda mis pupilas.
Pese al trabajo de mi conciencia, mis lagrimales ganan y expulsan amargas gotas sobre mis mejillas.
¿Quiero ver realmente más allá de ese enceguecedor fantasma?.No lo sé.
No, definitivamente estoy viviendo con aquel luminoso e indeseado contrincante día a día.
Mi rutina plácida, mi rutina cansina, mi rutina de algodón y miel ha dado paso a una rutina monoforme, invisible, vacía y agresiva.
Las lágrimas no dejan de bajar por mi rostro. Las seco con el dorso de mi mano, más vuelven a brotar.
¿Qué hay detrás de ese omnipotente rayo que enceguece mi alma?

Recuerdos, muchos recuerdos de alma y vida…sensaciones de dulce complicidad…besos robados y juegos de amor…respiraciones suaves y tiernas de niños durmiendo…calidez matinal rodeada de cariño y café con leche…atardeceres mágicos a la orilla del mar…promesas, sueños e ilusiones futuras…
Él, sigue allí. Artero, cruel e indiferente a mi ser.
Trato de cerrar mis pupilas. No puedo, está allí, lacerando y remontando cómo un torbellino cada una de mis nostalgias.
Podría girar mi cuello agarrotado para mirar en otra dirección, pero la fe y la esperanza, el sueño y el misterio, el ser de carne y hueso nuevamente me lo prohíben. Debo mirar aquel haz de luz por todo el tiempo que mis ojos necesiten para acomodarse a él, para vivir con él, para morir con él.
Mi espíritu me lo grita desde muy adentro, hazlo, debes encandilarte para poder llegar a ver tu verdadera luz, la que mereces, la que siempre buscaste, la que te hará renacer y volver a ser un hombre de bien.
Vamos, sigue con tu poder fatídico calando mi iris. Mis ojos tarde o temprano se acostumbrarán, y mi alma también.

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