El año 2015 no comenzó
en martes, pese a ello, la audiencia estaba prevista para ese día agorero en la
primera semana del año. El abogado demandante arrogante mostraba una teatral
sonrisa de quién no tiene ninguna opción de perder, el defensor en cambio se
mostraba resignado, casi abatido. El Juez, estaba ubicado en lo alto de la sala,
tras un proscenio tan alto que apenas se le podía ver, pero se imponía per se.
Sería un juicio corto y de resolución rápida cómo todos los años desde hacía
siglos. ¿Cómo poder defender la causa de un nuevo año terminado?, el hombre
había dilapidado en todo este tiempo toda la humanidad y la dignidad, año tras
año, siglo tras siglo.
¿Cuántas faltas, injusticias, estafas, crímenes, blasfemias, discriminación, promesas incumplidas, sediciones y víctimas inocentes?. El demandante tradicional se ufanaba mirando a los doce que componían un jurado hastiado, el defensor miraba el calendario rayado de aquel 2014 sentado cabizbajo buscando y marcando aquellas instancias que podrían minimizar las culpas de su defendido. El arte incansable de los soñadores, el trabajo perseverante de las ONG, los devaneos de la ONU, los escasos acuerdos pacíficos entre algunas naciones, las buenas intenciones provenientes del Vaticano y sus homólogos del mundo, los idealistas y la ciencia. Una vez más no sería suficiente. Nada podría contrarrestar el odio puro ni las mezquindades instalados en la humanidad. Ya todo estaba dicho, todo estaba hecho. El Juez sabía que el veredicto sería unánime. Otro año más juzgado y declarado culpable, ¿cuántos eran ya?. Era martes 6, día de reyes, día de una nueva condena.
¿Cuántas faltas, injusticias, estafas, crímenes, blasfemias, discriminación, promesas incumplidas, sediciones y víctimas inocentes?. El demandante tradicional se ufanaba mirando a los doce que componían un jurado hastiado, el defensor miraba el calendario rayado de aquel 2014 sentado cabizbajo buscando y marcando aquellas instancias que podrían minimizar las culpas de su defendido. El arte incansable de los soñadores, el trabajo perseverante de las ONG, los devaneos de la ONU, los escasos acuerdos pacíficos entre algunas naciones, las buenas intenciones provenientes del Vaticano y sus homólogos del mundo, los idealistas y la ciencia. Una vez más no sería suficiente. Nada podría contrarrestar el odio puro ni las mezquindades instalados en la humanidad. Ya todo estaba dicho, todo estaba hecho. El Juez sabía que el veredicto sería unánime. Otro año más juzgado y declarado culpable, ¿cuántos eran ya?. Era martes 6, día de reyes, día de una nueva condena.
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