Eran tres y los tres sabían que era la última noche.
El olor maravilloso, mezcla fantasiosa de caoba, vino tinto, esperma y
rosas,
Inconfundible desde siempre en la casa de los abuelos los envolvía, los
abrazaba, los cobijaba.
Eran tres alrededor de esa gran mesa de comedor añosa. Martín, Vicente y el abuelo Enrique. Y esa, era la última partida de naipes. Los tres lo sabían.
Eran tres alrededor de esa gran mesa de comedor añosa. Martín, Vicente y el abuelo Enrique. Y esa, era la última partida de naipes. Los tres lo sabían.
En la casa de sus abuelos la hora no corría. El permiso era absoluto
para estos dos nietos, los preferidos, los camaradas.
Este universo lo mandaba él, ese viejo hermoso de pelo y barba
encanecida, de tristes ojos verdes y con
el chiste a flor de labios.
Sólo
un par de semanas atrás, el abuelo y la Ali – como ellos llamaban
Cariñosamente a la abuela – sentían que el reloj se detenía, que
los recuerdos pugnaban por estar todos
ahí, que una presión ingrávida se cernía
sobre ellos al escuchar las palabras
gélidas y arteras del doctor.
“…Don Enrique, lo siento… ehh, está muy avanzado…tres a cuatro semanas,…seis a lo sumo…”
“…Don Enrique, lo siento… ehh, está muy avanzado…tres a cuatro semanas,…seis a lo sumo…”
Así es, era el invitado indeseado, ese que
carcome y corroe el cuerpo y el alma, ese
que no respeta nada.
-¡Me bajo y una vez más gana la casa! -Fue la estrepitosa declaración de
un triunfante abuelo.
Sus ojos cansados mágicamente brillaron, su rostro se iluminó con su
amplia sonrisa y sabiendo que sus dos camaradas de juego lo esperaban, hizo su
clásica imitación de la voz de El Padrino de Coppola y con una mano en el
regazo y la otra sobre sus escalas perfectamente ordenadas encima de la mesa dijo:
“Enrique ha ganado una vez más, y ahora, ¿quién le gana a este pechito?”
Martín y Vicente mezclaron
invisiblemente sus mentes y sus lágrimas aún escondidas, hicieron para él una
mueca que pareció una risa mientras por dentro sus corazones suplicaron, “abuelo,
ojalá que nunca nada ni nadie te gane.”
No fue así.
Era la última noche.
Era la última noche.
Eran Tres.
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