En Santiago de Chile
el día amaneció despejado. Una leve bruma matinal enfriaba un poco el
tradicional pedaleo de Jorge a su trabajo. Estaba nervioso, había llegado el
día tan anhelado y del cual solo sería testigo, nunca partícipe. Su bicicleta
se abría paso entre las micros y él ya escuchaba en sus audífonos las noticias
matinales con los detalles de lo que se venía aquella noche
Buenos Aires, Argentina presentaba una mañana con una leve llovizna que sin dudas atrasó el tradicional desplazamiento del colectivo que tomaba a diario Facundo para ir al laburo, al bajarse tuvo que apurar el paso entre la gente, el ambiente estaba tenso, expectante. Había llegado el día que tanto esperaba, un nudo en el estómago le recordó que tenía que esperar todo el día aún.
El calor y humedad de la noche limeña en Perú no cambió con el amanecer de ese día martes nublado como casi siempre. Rubén sabía que tenía por delante un día de trabajo en el restaurant, antes de que llegara el momento en el cual soñaba desde hacía varios días. La ilusión estaba allí, crecida mientras ponía las carpetas copas y cubiertos en las mesas sólo pensaba en eso.
Frente al mar Caribe, en la histórica Cartagena de Indias, Colombia, la “guagua” demoró muy poco para que Jefferson se encaramara en ella, como siempre, las mañanas ya anticipaban un nuevo día de calor caribeño, de hordas de turistas y también de anhelo escondido. Llegaría algo tarde a la agencia, pero su mente estaba en aquella noche tan esperada y por la cual tenía ya mucho nerviosismo.
El amanecer de Asunción en Paraguay fue frío. Esteban saltó de su cama como un resorte, por fin era martes y después de un frugal desayuno y un beso a su mujer, se subió a su pequeño camioncito a hacer los fletes de ese día. Tenía que ir a buscar unos muebles al distrito de Luque. Estaba exultante, esta noche quería celebrar, sólo faltaban unas horas.
El destino había puesto este martes de Octubre como el más importante del año para estos cinco hombres y millones más en los cinco países.
Esa noche se jugaba la última fecha de las fatídicas Clasificatorias a la Copa del Mundo que solo ofrecía dos cupos directos a un Mundial, uno intermedio que tendría otra opción y dos dolorosas eliminaciones.
Jorge, Facundo, Rubén, Jefferson y Esteban tenían un idéntico compromiso, era el mismo para los cinco, a la misma hora, cada uno con sus amuletos, sus rezos, sus cábalas y sus ilusiones. La pantalla sería su conexión al mundo por ese par de horas, nada más.
No se conocían y nunca lo harían, los cinco eran hombres de trabajo, de esfuerzo y para quienes ganarle a la vida era una tarea diaria, titánica a veces. Eran buenos hombres, honestos padres de cinco proles de diversos tamaños, hombres comunes y simples, cuyas motivaciones en la vida eran sencillas, casi básicas.
Una buena cerveza, un buen plato de carne asada, los arrumacos de sus hijos, el amor de sus mujeres y su majestad, el fútbol. Seguir semana a semana al equipo de sus amores pero por sobre ello, el equipo de todos, el seleccionado de su país, aquel que representaba toda una nación con una camiseta tan plagada de glorias y epopeyas, como de desilusiones y fracasos.
Los cinco trabajaban muy duro y desde muy jóvenes, ninguno de ellos tuvo la fortuna de ir a la universidad o de tener padres ricos, los cinco se habían hecho a pulso.
Jorge trabajaba desde
hacía años en la construcción, era albañil experto en cerámicos en su natal
Santiago; Facundo atendía en una gran
mercería del populoso sector de Buenos Aires, se especializaba en la
quincallería; Rubén era mozo de un afamado restaurant del sector vip de Lima y
atendía a diario a comensales de todo el mundo. Jefferson se había transformado
en guía turístico de los viajes de miles de turistas a las islas que estaban
frente a la hermosa ciudad balneario de Cartagena en la que había nacido.
Esteban era chofer y
con mucho esfuerzo se había comprado un pequeño camión para hacer fletes y
traslados en su mediterránea ciudad de Asunción.
Podrían haber sido amigos inseparables, podrían disfrutar viendo una definición como esa juntos entre risas y nervios, cervezas y chistes, pero no era así, el destino determinó que cada uno de ellos naciera en un país distinto y que cada uno este día martes tuviera la enorme ilusión de ver a la selección de fútbol de su país clasificando a una Copa del Mundo.
Simultáneamente el Ceacheiii retumbó fuerte en el corazón de
Jorge, su camiseta roja con el 8 de Vidal ya mostraba signos de transpiración por
su pedaleo mientras llegaba a la obra al barrio el Golf. Facundo ya abría los
candados de la mercería de Avellaneda, lucía la albiceleste y como era lógico con la 10 de Maradona impreso en el
dorsal. Rubén, que siempre admiró a Chumpitaz y esa era su camiseta blanca con
la banda sangre que lucía este martes al ingresar al restaurant Las Brujas de
Cachiche de Miraflores.
La amarilla fuerte de Jefferson, con el Si Si Colombia, Si Si Caribe guiaba a un primer grupo de gringos al muelle con el 9 del famoso tigre Falcao y en tanto la albirroja con el 5 del histórico César Ayala comandaba la cabina de ese pequeño camión de fletes por las calles luqueñas guiado por Esteban.
El día se haría eterno con los cálculos de los resultados propios y ajenos, con las predicciones de los entendidos y más de alguna brujería de un chamán exótico, con los comentarios destemplados y muy parciales de los periodistas radiales deportivos, con las acotaciones triunfalistas de los amigos y compañeros de trabajo. Nada que hacer, clasifican directo dos, al repechaje uno…a ninguna parte, dos.
La amarilla fuerte de Jefferson, con el Si Si Colombia, Si Si Caribe guiaba a un primer grupo de gringos al muelle con el 9 del famoso tigre Falcao y en tanto la albirroja con el 5 del histórico César Ayala comandaba la cabina de ese pequeño camión de fletes por las calles luqueñas guiado por Esteban.
El día se haría eterno con los cálculos de los resultados propios y ajenos, con las predicciones de los entendidos y más de alguna brujería de un chamán exótico, con los comentarios destemplados y muy parciales de los periodistas radiales deportivos, con las acotaciones triunfalistas de los amigos y compañeros de trabajo. Nada que hacer, clasifican directo dos, al repechaje uno…a ninguna parte, dos.
La señal del cable estuvo todo ese día dando estadísticas,
probabilidades, resultados anteriores, entrevistas y especialmente, jugando con
el morbo de las selecciones que quedarían eliminadas después de esos 90 minutos
simultáneos en tres canchas salpicadas dentro del continente. Tres no jugaban
entre ellos, jugaban con otros que ya estaban instalados en la Copa del Mundo o
que definitivamente ya había asumido la pena de la eliminación durante el
proceso de dos años. Otros dos se enfrentaban cara a cara.
Todos almorzaron con compañeros de trabajo que destilaban los mismos nervios y ansiedad que ellos.
-
Somos
los bicampeones de América por la mierda, ¿cómo vamos a quedar fuera ahora
weón?,
-
Si
poh, con un empate estamos, incluso perdiendo por poco, vamos roja querida!!….
-
Ojalá
perro, Dios te escuche….
-
Che,
tenemos a Messi, el mejor jugador del planeta!
-
¿Imaginás
un Mundial sin Argentina loco? Es impensable, no no noooo!!
-
Siiii,
la FIFA nos necesita, además…igual le ganamos al que sea…Andá!!
-
¡Asu
mare!, dependemos de nosotros mismos pe, los del Rímac no perdemos la
oportunidad!
-
Son
tantos años de no ir a un Mundial pe…
-
Vamos
por la banda sangre, además, el Paolo
fijo que hace dos golazos hoy!!
-
Somos
bacanos mi parce. Con toda la experiencia y esa vaina… cómo no vamos a ir al
Mundial.
-
¡A
los otros habrá que decirle que pena con usté que se quedó fuera jajaja!
-
Si
si Colombia… si si que gana y va esta vaina de Mundial!!
-
Tenemos
la mejor partida po, jugamos de local
-
Y
somos guaraníes, somos guerreros, somos la albirroja!!
-
Yo
vía a ver el partido por la tele con
un litro de tereré…huy que sería remal no ganar pa ir al Mundial!
La tarde transcurrió lenta, nudos en el estómago, palmas de las
manos mojadas, comentarios triunfalistas, uñas mordisqueadas, comentarios
agoreros, y seguir trabajando.
Instalando cerámicos dibujando con el adhesivo una estrella solitaria
para luego borrarla, conversando cada aldaba y picaporte vendida con un cliente
futbolero , atendiendo mesas de turistas gringos ignorantes de todo que solo
pedían fotos y tomaban pisco sour, ayudando a desembarcar a señoras y niños en
la isla de Barú o Rosario, o manejando con un tráfico endemoniado por el centro
asunceño escuchando la 1° de Marzo
A eso de las diez y media de esa noche, habrían tres sensaciones diferentes.
Dos bailarán, celebrarán, llorarán y reirán hasta tarde escuchando los bocinazos de las calles, viendo flamear su bandera patria, abrazándose con los vecinos, repitiéndose en la TV los goles de su gloriosa selección clasificada al Mundial a todo volumen, les dará lo mismo que sus niños se acuesten tarde o que no vayan al cole al día siguiente, es noche será de celebración nacional, imborrable y llena de orgullo por sus once gladiadores que habrían logrado la hazaña. La banderita de su patria estaría ya instalada en el cuadro de los mejores allá en la sede de la FIFA en Zurich.
Otro quedará satisfecho y expectante a la vista posible de ganar los partidos del repechaje con el país de los All Blacks en un mes más – hay tiempo para corregir errores pensaría – La tradición indicaba que esos partidos de clasificación con los de Oceanía siempre habían sido ganados por los sudamericanos. Eso tranquilizaba. Tendrá una alegría comedida, pero abierta, el no quedar fuera era el primer paso y su selección lo había logrado. Daría gracias a Dios, vería de reojo el drama de los dos perdedores y la algarabía de los triunfadores. Ya vendría el desborde una vez que se ganara la mini serie abierta esta noche. Dormirá con una sonrisa.
Los otros dos quedarán atónitos desde el pitazo final. Se quedarán mudos frente a la pantalla verde con los salpicados colores de camisetas de sus jugadores arrastrando los pies y dando explicaciones a lo inexplicable. Maldecirán al entrenador, al juego abúlico de uno u otro jugador, recordarán un resultado de antes que hoy les pasó la cuenta. No habrá bocinazos ni banderas flameando. El TV se apagará solo junto al alma de ese hincha que llorará en su almohada, que no tendrá consuelo, que repetirá incansablemente en su mente el error de aquella jugada que los liquidó y les mató la ilusión, su compañera lo verá triste y nada podrá hacer. Ya no habrá un Mundial con su bandera flameando y con su himno retumbando en millones de televisores del mundo. Habrá que esperar otros cuatro años para una nueva ilusión.
Mañana miércoles, cuando despierten y deban partir a sus trabajos, tres volverán orgullosos a ponerse la misma camiseta de sus amores usada el martes, los otros dos es probable que no.
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